La Conservación contra la evolución
Por Elio Ríos
Maracaibo, 30 de julio de 2024
Darwin visitó las ecuatorianas Islas Galápagos: son 13 islas volcánicas
grandes, 6 islas más pequeñas y 107 rocas e islotes, distribuidas todas
alrededor de la línea de la línea ecuatorial. Allí terminó de entender entre
pinzones y otras especies de su abundante y aislada diversidad biológica, que
los seres vivos éramos cambiantes, sus especies, con la ecología: cambios a
merced de sus relaciones con el hábitat (condiciones físicas y químicas) y con
la diversidad biológica. Somos el resultado de la genética y del ambiente.
Desde entonces entendemos la EVOLUCIÓN, como es el conjunto de transformaciones
o cambios en los individuos de una especie a través del tiempo, lo cual ha
originado la diversidad de formas de vida que existen sobre nuestro planeta, La
Madre Tierra, a partir de un antepasado común.
Hoy se sabe, por ejemplo, que las radiaciones solares son fuente de mutaciones,
pero en general todo el hábitat (condiciones físicas y químicas) reta a la vida
y los otros seres vivos, te invitan a cambiar para sobrevivir, actualmente enfocado
en la resiliencia (cuando un sistema es tacado en su estructura o en su
funcionamiento, persiste y sigue funcionando). La resiliencia es fuente de
diversidad biológica. Es decir, los
organismos se deben luchar o huir, persistir y como obligación de vida, adaptarse.
Si no cambia la especie, ésta desaparece y si se adapta, que lo hace en forma
gradual, al final la especie, como era al principio de ese estrés ambiental que
se enmarca en la resiliencia, por las nuevas características adquiridas, desaparece
en su antigua expresión, dando paso a la nueva presentación evolutiva: una
nueva especie. Ante esto, la conservación como política ambiental, es una
situación difícil en nuestro planeta. La política debería ser, no intervenir en
los procesos naturales, ni ocupación ni devastación, tampoco contaminación.
Volquemos la mirada a los mares primitivos, hace unos cuatro mil millones de
años. En esos mares originarios solo había o predominaban condiciones
anaeróbicas (fata de oxígeno) y seres heterótrofos, es decir, que necesitan
“comer” una fuente de energía (el de más alto rendimiento energético es la glucosa),
porque no pueden producir su propio alimento. Eran los procarióticos. Estos
seres, se indica con evidencia, que eran reductores, no dependían de oxígeno.
Un evento maravilloso fue la aparición de los seres autótrofos, seres
que podían procesar de la luz solar para elaborar la glucosa, su propia fuente
de energía para su metabolismo, proceso conocido como fotosíntesis. Al final de
la fotosíntesis, se genera la glucosa preciada, agua y oxígeno.
Pero fue tanta cantidad de oxígeno, que los medios y los ecosistemas no
podían procesarlo, se acumulaba en los mares originarios y se salía o pasaba a
la atmósfera. El oxígeno pronto se convirtió en una contaminación,
generando un cambio del hábitat (condiciones físicas y químicas) planeta. Se
llama contaminación a cualquier energía o masa que entra, se introduce o
aparece en un nivel ecológico (ecosistema, bioma, bioregión o biósfera) o en
uno de los medios de nuestro planeta, como son: la hidrósfera, la atmósfera o la litósfera, sin que el
sistema pueda procesarlo y si es posible, acabarlo, por lo cual persiste y
puede crear cambios, ataques a la composición, estructura o funcionamiento de
cada uno de los nombrados o sus elementos.
Por ello, ante la aparición del oxígeno presente en los mares originarios, se produjo
o determinó un viraje en la composición de la diversidad biológica: los
organismos reductores cedieron su predominio a los seres con metabolismo
oxidativo. Fueron aumentando las poblaciones de seres oxidativos y apareciendo
nuevas líneas evolutivas. En todo ese desenvolvimiento de la vida, del
aumento del oxígeno, hubo reacciones químicas que oxidaron la molécula de
oxígeno y se formó el ozono atmosférico, poniendo azulito el cielo. Fue así con
este nuevo cambio del hábitat del planeta Madre Tierra, que saltaron las
especies desde el agua a la superficie, creando ecosistemas emergidos. También
desde esa contaminación de oxígeno, al tiempo evolutivo, surgió nuestra especie, la humanidad. ¡Increíble!,
¡somos producto de una contaminación!
En conclusión, pendiente con lo que hacemos, que la contaminación es
fuente de cambios del hábitat y cambios evolutivos de las especies existentes.
La humanidad por su forma o estilo de vida genera devastación de especies y ecosistemas.
La humanidad también produce contaminación
(introducción de materiales y energía en forma inadecuada a los ecosistemas,
por lo cual persiste) y esto puede generar estrés ambiental, que lesiona e
incluso, devasta especies, que pudiera
abrir un camino resiliente inesperado o en forma más acelerada de los cambios
de las especies para adaptarse, es decir que, con la contaminación propiciamos
la evolución.
La conservación es mantener los ecosistemas y las especies como están en este
momento, para siempre, es una foto eterna de lo ambiental. En muchos casos las
leyes y planes de ordenamiento del territorio y demás gestiones ambientales
legales y gubernamentales para proteger especies y ecosistemas, procuran fines
utilitarios, preservar, hacer manejo y mantener “los recursos” naturales al
servicio de la humanidad. No es una protección real a un factor ambiental,
sino, a un factor para poseer o explotar.
La conservación desde los estudios de Darwin, pareciera imposible, todas
las especies evolucionan o evolucionarán. Una especie desaparece en función de
su evolución a otra especie. Es por eso que reflexionamos que la conservación
no debe ser el objetivo de la humanidad como acción ambientalista, pues esta
tarea, la conservación sería imposible, se opones a las leyes naturales, se
opone a la evolución. Debe enfocarse a respetar los niveles ecológicos y a las
especies, a través del desarrollo sustentable que se maneja desde la reunión de
Estocolmo en 1972. En ella se plantea que la humanidad debe desarrollarse
respetándose a sí misma y al ambiente.
Ya debemos echar al traste el consumismo, la intromisión en los procesos
naturales, la introducción de tantos factores materiales o en forma de energía (contaminación),
además de devastar los ecosistemas y consumir la existencia de especies a los niveles
ecológicos (ecosistemas, bioma, bioregión, biósfera, planeta). Reiteramos, lo
que estamos haciendo con esas prácticas para no forzar la evolución produciendo
el estrés biológico creando nuevas condiciones físicas o químicas (hábitat) y
alterando la integridad de las especies.
El conservacionismo estuvo de moda al final del siglo XX, los años setentas y
hasta un poco de los ochentas del siglo pasado predominó la tendencia
conservacionista y lo echó a un lado el ambientalismo integral. La tendencia
integral ambientalista o ecologista a partir de la Cumbre de Estocolmo del
Ambiente Humano en 1972, tiene una visión que relaciona a la humanidad no como
el centro y dueño del ambiente, sino que es un factor participante como otra
circunstancia protagónica ambiental. Sus acciones pueden incidir en la
estructura y el desarrollo ambiental.
Es por eso que debemos pasar a planificar con un nuevo paradigma: la no
interferencia. Debemos seguir luchando por la educación ambiental que haga la
nbnueva cultira ambientalista de desarrollo sustentable. Debemos desarrollar procesos
humanos y tecnología limpia. Debemos entender y cerra los ciclos como en la
naturaleza y establecer la logística (de bienes, servicios, personal y
energía), como un ciclo (ciclo logístico integral). Debemos no interferir con
espacios naturales y hacer corredores ambientales que unan los espacios
protegidos y que además éstos también gocen de la protección.
Contra la evolución no se puede luchar. El conservacionismo definitivamente
no se puede ejercer por no poder con la evolución de las especies. Debe dar
paso al ambientalismo integral y a la educación ambiental como madre de los
cambios necesarios para un mundo mejor.